Con este servicio, es posible añadir a nuestros contactos y conversar con cualquier usuario de BlackBerry, si éste previamente comparte con terceros el código PIN de su terminal. Lo relevante en este caso es que el sistema oculta el rastro de la conversación. Así que en las revueltas se han aprovechado las ya conocidas ventajas de muchas redes sociales (viralidad, inmediación, multilateralidad, etc) con un elemento que facilita las conversaciones en grupo muy complicadas de identificar.
Al debate de las políticas de privacidad, de si los DM de Twitter realmente son mensajes privados o no, y de a quién pertenecen nuestros datos, se ha unido el de la lucha contra los fake users. Esos falsos perfiles que se crean por múltiples razones: compra y venta de fans/followers, agitación de contenidos o de una campaña, ejercicios masivos de spam... Hace pocos días la hermana de Mark Zuckerberg ya se postuló como defensora de la identidad real, y Google cerraba perfiles de su servicio Plus a usuarios que consideró que no eran reales (generando un montón de #epicfails, por cierto).
Muchas voces apuntan a que la identidad digital es la solución y que, además, debe serlo sin excepción, pero...¿hay argumentos para defender el anonimato online? Seguro que sí. Imaginemos, por ejemplo, un servicio digital de denuncias, declaración de testigos protegidos o menores de edad...
Hasta que llegue el siguiente paso en estas cuestiones, ¡el debate está servido! ¿Qué opináis sobre esto?