Se habla de muchos factores como claves para el cambio de paradigma hacia una comunicación social entre marcas y ciudadanos... pero entre los factores, hay uno que últimamente vislumbro como el más relevante, el que realmente marcará la comunicación del siglo XXI. Pasamos de unas marcas que han basado su comunicación en influir, a toda costa y casi por todos los medios, a unas marcas que querrán ser influyentes.
La diferencia entre influir y ser influyente es sutil, podríamos explicarla como la diferencia entre comprar influencia y gozar de influencia... pero este matiz marcará las estrategias de comunicación, publicidad y marketing de los próximos años.
Basta ya de chillar, basta ya de imponer una determinada realidad a base de impactos e impactos en los cerebros de los clientes. Los ciudadanos de los espacios sociales exigimos credibilidad, contenidos y líneas de comunicación basadas en espacios colaborativos donde las barreras y los roles se difuminen, donde el respeto, y por tanto la credibilidad para ser influyente, se ganará conversación a conversación, contenido a contenido.
Cada gesto será compartido, analizado y comentado sin barreras, la credibilidad que ganarán las marcas que pasen de impactar a compartir será el factor que marcará el éxito en la gestión empresarial de las próximas décadas.
Actualmente nos encontramos con la paradoja que muchas marcas han de dejado de ser influyentes: nadie se las cree; los influyentes son los ciudadanos de los espacios sociales que a traves de un comentario, un post o un tweet han ido forjando su capacidad de influir por encima de las inversiones millonarias de las marcas. El consumidor ha pasado a ser más influyente que muchas marcas por que se ha adaptado al nuevo paradigma social mucho más rápido.
Las marcas que no reaccionen rápido serán como zombies sin rumbo en una película, en la que ni siquiera entenderán qué papel les ha tocado interpretar.