valor como eje vertebrador de su marca.
No hace tanto, los productos de Apple eran consumidos de forma casi exclusiva por un público selecto. No necesariamente con una capacidad adquisitiva elevada, pero sí un nicho de geeks que disfrutaba, como niño ante piruleta, del ritual de comprar tecnología de manzana y contener la respiración observando el catálogo de accesorios.
Un conjunto de circunstancias entre las que se encuentran la genialidad de hacer suyo un reproductor de música que, excepto capacidad, tampoco aporta mucho nuevo y el fenómeno ‘puntos canjeables’ orquestado por las compañías de telefonía móvil, han ayudado a que un nuevo tipo de consumidor accediera a Apple. Ya no hay que ser capaz de identificar la cara de Steve Jobs para tener un iPod o un iPhone.
Estar a la última en tendencias tecnológicas se está convirtiendo en un fenómeno bastante habitual. Ejemplo: un producto tan asociado a altos ejecutivos y financieros como puede ser la BlackBerry, ya ha llegado a estratos juveniles (doy fe). Parece que asistimos a una especie de ‘urbanismo tecnológico’, asociado a un estilo de vida, a sentimientos de pertenencia, y a todo aquello que los científicos del comportamiento humano explican magistralmente.
Pero demos un paso más. Imaginemos un futuro, no tan lejano, en el que esta ‘invasión’ alcanza incluso a sectores tradicionalmente desfavorables al consumo de vanguardia tecnológica. Leyendo este artículo sobre las tendencias que condicionarán los hábitos de consumo, y los datos que arroja sobre la planificación de la compra mensual: ¿sería realmente descabellado plantear un escenario en el que las amas de casa de siempre (esas gestoras de la economía familiar cuyos esfuerzos se concentran en el trabajo dentro de casa) fuesen al supermercado, y una aplicación de Realidad Aumentada les ofreciera los valores nutricionales de sus productos? Ya existen aplicaciones muy similares.