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Future Media: The Social Things

Escrito por Iago Fernández | 26 de noviembre de 2012 12:04:50 Z

Las cosas, los objetos, son una forma de comunicación. Regalamos cosas para demostrar afecto, nos compramos cosas para mostrar nuestra posición social, sacrificamos gran parte de nuestras vidas en conseguir algunas de ellas, y no tener otras complica nuestra relación con el mundo.

Quizás su condición "física" los convierten en una forma de comunicación limitada en el tiempo, y en el espacio. Pero ¿qué pasaría si pudiésemos crear objetos a nuestro antojo, simplemente dándole al botón "imprimir" de nuestra impresora 3D?.

No voy a hablar en este post sobre la revolución tecnológica que suponen las impresoras 3D (a nivel industrial ya son casi un estándar), me centraré en la revolución social que su llegada extensiva a los hogares podría suponer. Lógicamente se trata de un ejercicio de imaginación, de suposiciones y de futuribles con poco fundamento, pero creo que merece la pena el ejercicio. Estáis invitados a participar.

Las "Impresoras 3D" son un tecnología claramente disruptiva, quizás ese sea el motivo por el que están tardando tanto en llegar a los mercados domésticos y profesionales no especializados (a veces me sale la vena "conspiranoica" sin querer).

Cuando la clase media pueda acceder esta tecnología, muchas industrias no tendrán más remedio que reinventarse. Especialmente aquellas dedicadas a productos con poco valor añadido se verán más afectadas (objetos como carcasas para móviles, bisutería, determinados juguetes, adornos para el coche, utensilios de limpieza...). Es cierto que las características físicas de los objetos "impresos" son más limitadas que otros productos industriales, pero en muchos casos la diferencia será la misma que en la actualidad puede haber entre una página de un libro salido de imprenta y uno impreso en casa: para según qué cosas será irrelevante.

Está claro que económicamente puede suponer un batacazo, pero a nivel creativo se abre un mundo de posibilidades inmenso. Salvada la barrera del diseño 3D, cada vez más accesible para todo el mundo, y con la posibilidad de compartir plantillas de objetos por la red, será inevitable una explosión creativa, de pequeños objetos capaces de solucionar problemas cotidianos (que viene tu sobrino a casa y la esquina de la mesa del salón es un peligro, pues te imprimes unos protectores como los que vende IKEA y sales del paso). La energía creativa de la sociedad se podrá materializar fácilmente. Un mundo sólo accesible para artistas, artesanos y manitas, se volverá mainstream.

[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=hmxjLpu2BvY&feature=related[/youtube]

Curiosamente, la facilidad de generar objetos (esta es mi hipótesis más personal y discutible) dé lugar a una relativa pérdida de interés por acumular o poseer cosas.

La posibilidad de generar duplicados exactos de tus objetos preferidos alargarán su vida (pura reencarnación) a lo largo de los años. Cuando se te rompa te imprimirás otro igual (esto es algo que los surferos ya conocen, ya no es un drama que se te rompa tu tabla favorita, esa que tan buenas sensaciones genera, puedes hacerte una exactamente igual con un diseño almacenado en un USB). Claro que hoy por hoy, la impresión 3D doméstica se ciñe a objetos plásticos, lo que no salvará a las próximas generaciones de los gritos de sus mayores por romper lámparas de cristal y jarrones de porcelana, pero al menos reducimos el cerco de cosas irreemplazables.

Otro aspecto socialmente importante será el de la propiedad intelectual. En un entorno en el que se puedan obtener copias exactas de determinados objetos, proteger tu "creación" se vuelve imposible. Hay inventos relativamente absurdos y fáciles de replicar que han dado mucho dinero a sus creadores (¿os suenan eso palitos para remover los cócteles?), ¿sería denunciable que un usuario se "imprimiese unos pocos" para una fiesta privada?.

Por último, hablemos de cómo las personas podrán utilizar esta tecnología para relacionarse. Se me ocurre, por ejemplo, un cumpleaños de alguien a quien quieres mucho pero que está lejos de casa. Os conectáis vía Skype como cualquier otro día, para veros, pero hoy tienes una sorpresa: Le pides que encienda su impresora, y seguidamente comienzas a imprimir, a miles de kilómetros de tu casa, una pulsera diseñada por tí mismo. Ahora sólo queda decidir si compartimos el diseño con el resto de la humanidad o lo destruímos para que sólo tú y esa persona lo tengáis.

De nuevo la humanidad, y la empresas (esa parte de la humanidad generalmente más organizada e interesada) está al borde de un ejercicio de generosidad sin precedentes.

Sinceramente, estoy impaciente por ver los efectos reales de la impresión 3D doméstica, mientras seguiré imaginándomelos.

Y ya para terminar, una cuestión filosófica para los más valientes. ¿Si una impresora 3D se imprime a sí misma, podemos estar hablando de reproducción? No respondáis ahora, como se dice en el mundillo de la publicidad, "dadle una vuelta".